Emigrar duele porque dejamos atrás a nuestros seres queridos, nuestras raíces y todo lo que nos es familiar. Duele adaptarse a un nuevo entorno, aprender un nuevo idioma y entender una nueva cultura. Cada día es un reto. Emigrar duele, porque no siempre es fácil encontrar amigos y construir una nueva red de apoyo. Duele porque, a veces, sentimos que perdemos una parte de nuestra identidad al tratar de integrarnos en un nuevo lugar. Emigrar duele, pero también es una oportunidad para crecer, aprender y descubrir lo que eres capaz de lograr. La experiencia de emigrar nos abre a nuevas oportunidades y aventuras que nunca hubiéramos imaginado.
Cuando emigramos, dejamos mucho más que un país atrás. Dejamos una parte de nosotras que muchas veces ocultamos, incluso a quienes más amamos.
Lo que no decimos (aunque lo sentimos muy profundo) En las llamadas con nuestra familia solemos decir que todo va bien: Que el país es bonito, que estamos bien, que el trabajo va saliendo. Pero hay una parte de nuestra experiencia migratoria que muchas veces callamos: Que los extrañamos más de lo que imaginan.
Que después de una videollamada con nuestros padres, se nos escapa una lágrima.
Que duele no estar en los cumpleaños, navidades o reuniones familiares.
Que tal vez no llegamos a fin de mes, aunque digamos que todo está “bajo control”.
Que a veces la soledad pesa más que la maleta con la que llegamos.
Que hay días en que no nos sentimos de aquí ni de allá.
Que en algún momento, solo queremos empacar y volver.
¿Por qué no lo decimos? Porque no queremos preocupar a quienes dejamos. Porque ya es difícil para nosotras y no queremos que también lo sea para ellos. Porque, a veces, sentimos la presión de “tener que demostrar que valió la pena emigrar”. También hay cosas buenas, sí… pero hoy necesitaba hablar de esto Claro que emigrar también trae crecimiento, oportunidades, aprendizajes, libertad… Pero eso no significa que no podamos reconocer los días difíciles.
Esta es una invitación a abrir espacio para hablar de todo lo que significa migrar. Y si tú también has sentido alguna vez todo esto… no estás sola.
Emigrar es una experiencia transformadora, llena de retos, aprendizajes y emociones intensas. Al llegar a un nuevo país, es normal cometer ciertos errores que pueden hacer el proceso de adaptación más difícil. Hoy quiero compartirte 5 errores comunes que cometemos los inmigrantes y algunos consejos para que tu experiencia migratoria sea más ligera, consciente y enriquecedora.
Compararlo todo con tu país de origen Frases como “esto en mi país era mejor” son muy comunes. Comparar constantemente solo genera frustración. Recuerda: cada país tiene su propia forma de hacer las cosas. Aceptar las diferencias te ayudará a adaptarte más rápido y a vivir con mayor bienestar.
Idealizar tu país de origen Cuando emigramos, es normal sentir nostalgia y pensar que nuestro país era perfecto. Sin embargo, idealizarlo te impide valorar las oportunidades que te ofrece tu nuevo hogar. Permítete descubrir lo bueno del país que ahora te recibe: puede sorprenderte y ganarse un lugar en tu corazón.
Vivir en la queja constante Quejarte de todo no mejora las cosas. Al contrario, eleva tu nivel de estrés y te impide ver las posibilidades que tienes frente a ti. Cambia el enfoque: agradece lo que tienes hoy y busca activamente formas de adaptarte y construir tu nueva vida.
Relacionarte solo con personas de tu país Conectar con compatriotas es reconfortante y necesario, pero limitarte solo a ellos puede frenar tu integración. Abrirte a conocer personas locales te permitirá entender mejor la cultura, aprender el idioma y ampliar tu red de apoyo en el extranjero.
Comer solo comida de tu país La gastronomía también es parte del proceso de integración. Atrévete a probar los sabores locales.
Descubrirás nuevos platos, tradiciones y, de paso, te sentirás más conectado con tu nuevo entorno. Emigrar no es solo cambiar de país, es también una oportunidad para crecer, aprender y reinventarte. Evitar estos errores te ayudará a construir una experiencia más positiva y enriquecedora lejos de casa. Recuerda: adaptarse es un proceso, no tengas miedo de vivirlo a tu ritmo.
¿Por qué mudarse de país puede doler tanto? Cuando emigramos, dejamos mucho más que un lugar físico. Dejamos pedacitos de nuestra vida, nuestras costumbres, nuestras redes, y muchas veces, una parte de nosotras mismas. Aunque pocas veces se habla de esto, migrar también es atravesar un duelo. Y no solo uno. Según el psiquiatra y especialista en migración Dr. Joseba Achotegui, el proceso migratorio puede implicar hasta siete duelos distintos. Conocerlos y ponerles nombre puede ayudarte a validar lo que sientes y entender por qué el proceso de adaptación a veces se vuelve tan complejo. ¿Qué es el duelo migratorio? Cuando pensamos en la palabra “duelo”, solemos asociarla a la muerte. Pero en realidad, el duelo es cualquier proceso emocional que atravesamos ante una pérdida significativa. En la migración, las pérdidas no son definitivas, pero sí profundas. Por eso hablamos de duelo parcial, múltiple y recurrente: no hay una sola pérdida, y los duelos pueden reactivarse una y otra vez. Los 7 duelos en la experiencia migratoria
Duelo por la familia y los seres queridos Es, quizás, el más evidente. Estar lejos de mamá, de los hermanos, de los amigos de toda la vida duele. En muchas culturas, la familia es el eje central de la vida, y al migrar, ese eje se rompe. Con el tiempo, los nuevos amigos se vuelven familia, pero ese vacío nunca desaparece del todo.
Duelo por la lengua Hablar otro idioma (o una variante del propio) puede ser una barrera que te hace sentir torpe, insegura o fuera de lugar. Incluso para los latinos que migramos a España, el castellano puede tener significados, giros y formas distintas que nos obligan a reaprender.
Duelo por la cultura Este duelo se presenta en lo cotidiano: la comida, el humor, los valores, los horarios, la espiritualidad. Todo cambia. Y muchas veces, nos cuesta entender y hacernos entender. La adaptación cultural es un proceso, y como todo proceso, lleva tiempo.
Duelo por la tierra No hablamos solo de un país, sino de los paisajes, colores, sonidos y aromas que nos conectan con nuestras raíces. Hay quién extraña el olor del pan recién horneado, el calor del sol en la piel o los atardeceres de su ciudad natal. Eso también es parte del duelo.
Duelo por el estatus social Muchas personas migran con estudios, experiencia y habilidades… pero al llegar, se ven obligadas a empezar de cero. El reconocimiento social y profesional se pierde, y con él, la autoestima puede verse afectada.
Duelo por el grupo de pertenencia Ya no eres “de aquí ni de allá”. Enfrentarse a la discriminación, al racismo o a la simple sensación de “no encajar” puede hacer que te sientas sola. La pertenencia se reconstruye, pero al principio, puede sentirse como si estuvieras en tierra de nadie.
Duelo por los riesgos físicos Este duelo es más frecuente en quienes migran en condiciones precarias o peligrosas. Exposición a enfermedades, malos tratos, incertidumbre legal o exclusión social generan un alto nivel de estrés físico y emocional.
¿Tengo que vivir todos estos duelos? No necesariamente pasarás por los siete, ni todos a la vez. Pero es muy probable que en algún momento te sientas identificada con varios. Y está bien. Es parte del proceso. No estás sola, y no estás “exagerando”. Nombrar lo que sientes es el primer paso para sanar. Migrar también es una forma de valentía Aunque duela, emigrar también es un acto de coraje. Es apostar por ti, por tus sueños, por una vida mejor. Reconocer los duelos no te hace más débil, sino más consciente y compasiva contigo misma. Si estás atravesando uno de estos duelos, Te abrazo fuerte. No estás sola, y mereces acompañamiento en este camino.
Cuando emigramos, todo sucede a una velocidad abrumadora. De repente, nos vemos envueltas en una lista interminable de cosas que “debemos” hacer para establecernos en el nuevo país:
🔹 Rápido, aprende el idioma. 🔹 Rápido, encuentra trabajo. 🔹 Rápido, adáptate.
Nos exigimos tanto que entramos en modo supervivencia. No hay tiempo para detenerse a procesar lo que dejamos atrás, ni para preguntarnos cómo nos sentimos realmente.
La prioridad es avanzar, demostrar que podemos, que tomamos la decisión correcta, que somos capaces de salir adelante en un lugar nuevo.
Pero, ¿Qué pasa cuando por fin paramos un poco?
Cuando la adrenalina baja y nos damos cuenta de que, en el proceso de adaptarnos, nos hemos perdido a nosotras mismas.
Aparece el duelo migratorio, el que escondimos en un cajón mientras nos ocupábamos de todo lo demás. De repente, nos sentimos vacías, desconectadas, con la sensación de que algo nos falta.
No es raro escuchar frases como: 🌀 “Antes sabía quién era, ahora me siento perdida.” 🌀 “Siento que solo existo para trabajar y cumplir responsabilidades.” 🌀 “Ya no me reconozco, he cambiado tanto que no sé si me gusta quién soy ahora.”
Si esto te suena familiar, quiero que sepas que no estás sola. Muchas mujeres migrantes pasamos por este proceso. Nos entregamos tanto a la adaptación que, sin darnos cuenta, dejamos de escucharnos, de atender nuestras emociones y de hacer espacio para nosotras mismas.
Pero la buena noticia es que podemos reencontrarnos.
Podemos recuperar nuestra esencia sin necesidad de volver atrás. Aquí te dejo algunos consejos que pueden ayudarte en este camino de reconexión:
💡 5 pasos para reencontrarte después de emigrar
✨ 1. Date permiso para sentir. Las emociones no desaparecen solo porque las ignores. La tristeza, la nostalgia, la frustración… son normales. No las reprimas. Permítete vivirlas, escribir sobre ellas, compartirlas con alguien de confianza o simplemente reconocer que están ahí. Sentir no te hace débil.
✨ 2. Pregúntate: «¿Quién soy yo más allá de mis responsabilidades?» En la migración, a veces nos definimos solo por lo que hacemos: la que trabaja sin descanso, la que cuida de su familia, la que lucha por adaptarse. Pero,
¿Quién eres más allá de eso?
¿Qué te apasiona?
¿Qué te hace sentir viva?
Pregúntatelo sin prisas. A veces, la respuesta no es inmediata, pero es importante empezar a buscarla.
✨ 3. Reconéctate con lo que te hace feliz en tu país. No se trata de vivir en el pasado, sino de recuperar esos pequeños detalles que te conectan contigo misma. La música que te gustaba, la comida que te reconforta, los rituales que te hacían sentir bien. ¿Recuerdas cómo te relajabas antes de emigrar? Tal vez bailar, escribir, cocinar… retoma esas cosas que te hacían sonreír.
✨ 4. Establece pequeños momentos para ti. No todo tiene que ser productividad. No todo tiene que ser trabajar, cumplir y adaptarte. Regálate un momento al día, por pequeño que sea, para hacer algo que disfrutes sin culpa. Puede ser salir a caminar sin prisas, leer un libro, ver una película que te guste, tomar un café sin distracciones. Pequeñas pausas que te recuerden que existes más allá de tus responsabilidades.
✨ 5. Pide apoyo si lo necesitas. No tienes que atravesar este proceso sola. A veces, compartir lo que sentimos con otras personas que han pasado por lo mismo nos ayuda a encontrar claridad. Busca comunidades, habla con amigas, considera la posibilidad de acudir a un espacio de acompañamiento emocional. Tu bienestar importa.
✨ Emigrar no significa olvidarte de ti
Adaptarte a una nueva vida no debería implicar perderte a ti misma en el proceso. Reconectar contigo es un acto de amor propio. No necesitas tener todas las respuestas hoy, pero sí puedes empezar dando un paso pequeño.
¿Te has sentido así alguna vez?
Me encantaría saber cómo ha sido tu experiencia.
Te leo en los comentarios. 💛
Cesta de compras
Usamos cookies para asegurar que te damos la mejor experiencia en nuestra web. Si continúas usando este sitio, asumiremos que estás de acuerdo con ello.