
Verdades que duelen y no contamos
Cuando emigramos, dejamos mucho más que un país atrás.
Dejamos una parte de nosotras que muchas veces ocultamos, incluso a quienes más amamos.
Lo que no decimos (aunque lo sentimos muy profundo)
En las llamadas con nuestra familia solemos decir que todo va bien:
Que el país es bonito, que estamos bien, que el trabajo va saliendo.
Pero hay una parte de nuestra experiencia migratoria que muchas veces callamos:
Que los extrañamos más de lo que imaginan.
Que después de una videollamada con nuestros padres, se nos escapa una lágrima.
Que duele no estar en los cumpleaños, navidades o reuniones familiares.
Que tal vez no llegamos a fin de mes, aunque digamos que todo está “bajo control”.
Que a veces la soledad pesa más que la maleta con la que llegamos.
Que hay días en que no nos sentimos de aquí ni de allá.
Que en algún momento, solo queremos empacar y volver.
¿Por qué no lo decimos?
Porque no queremos preocupar a quienes dejamos.
Porque ya es difícil para nosotras y no queremos que también lo sea para ellos.
Porque, a veces, sentimos la presión de “tener que demostrar que valió la pena emigrar”.
También hay cosas buenas, sí… pero hoy necesitaba hablar de esto
Claro que emigrar también trae crecimiento, oportunidades, aprendizajes, libertad…
Pero eso no significa que no podamos reconocer los días difíciles.
Esta es una invitación a abrir espacio para hablar de todo lo que significa migrar.
Y si tú también has sentido alguna vez todo esto… no estás sola.